Reto Bradbury #1 | Buscando un futuro mejor


La señora Strawberry nunca estaba contenta. Por más que ella hiciese por tratar de seguir sus contundentes explicaciones todo estaba mal. Con su duro acento inglés le chillaba que era una "maldita holgazana" y la zarandeaba como una loca, llegando incluso a golpearla sin piedad en la punta de los dedos con una regla. 

—Eres peor que la tísica de Linnette Swanson. ¡Qué vergüenza!—aunque ella nunca conoció a la muchacha, por lo visto era un terrible deshonor parecerse en algo a ella—¡No sé qué voy a hacer contigo, muchacha!

Así pasaban los días, a los catorce años, la joven Amber Smith estaba sentenciada de por vida a una terrible cárcel y lo único que quizá podría salvarla era que aquella horrenda Madamme le enseñase todo lo que sabía para "cazar a un buen partido" y no acabar teniendo que trabajar por unas monedas en los cochambrosos tugurios del centro. 

Ese había sido el plan desde que la chica tenía uso de razón. Su madre, que había enviudado cuando ella sólo contaba con cinco años, tuvo que acabar vendiéndose al mejor postor en un antro de mala muerte en el centro del pueblo para que ambas pudiesen comer. La cosa nunca iba bien, unas veces le pegaban, otra no querían pagarle...la situación acababa irremediablemente mal, hasta que un día conocieron a la señora Strawberry, quien al ver a la joven Amber, con sus facciones delicadas y su intacta inocencia, les hizo una proposición provechosa: la señora Smith trabajaría para ella como limpiadora en su casa de citas y su hija recibiría un curso intensivo para acabar siendo una valiosa cortesana. A cambio, Amber le pertenecería y la señora Strawberry se quedaría con el importe de la venta de su virginidad. Después, que ellas hiciesen sus negocios con el ricachón de turno. 

—Debes hacer esto por ambas, Amber—suplicó su madre, con un ojo morado y bañado en lágrimas—, es la única manera.

Ella siempre pensaba en eso. ¿Realmente era la única forma de sobrevivir?¿No habría muros más allá de la ciudadela?¿No hablaban los libros de un mundo maravilloso al otro lado de la Fortaleza de Acero? No había muchos trabajos, ciertamente, para gente como ella, que pocas cosas sabía hacer salvo coser y bordar, pero en aquellos tiempos terribles de escasez hasta ser costurera era un oficio que se heredaba y, lamentablemente para ellas, su madre había tenido que vender el puesto para pagar medicamentos a su padre, aquejado de aquella rara enfermedad llamada "neumonía de la arena", que había contraído buscando chatarra en el exterior. Y las chicas, por algún estúpido motivo, tenían prohibido pertenecer a la cuadrilla de buscadores.¡ Malditas leyes! Si no fuese así, ellas tendrían una plaza de trabajo, una maldita oportunidad y no esta estupidez.

—Amber, el señor Steamholm ha venido a verte. ¡A saber qué demonios ve en tí, si eres una triste patosa!—la puya de la señora Strawberry le resvaló como si fuese aire, ya que era el pan de cada día, pero no así el escalofrío que le recorrió la espalda al conocer el nombre de su admirador, que era uno de los hombres más extraños que había conocido.

Su mentora se apresuró a agilizar al personal para adecentar a Amber, entre gritos, chasquidos, cachetes y pellizcos, y tras unos cuantos tirones de pelo consiguieron embutir a la joven en un nimio corsé blanco y metálico con un enorme polisón nacarado que la hacía parecer una muñequita, recalcaron sus ojos y su boca con tonos carmesí y le pusieron unas cuantas joyas de bisutería que tenía la señora para aquellas ocasiones. Luego, la señora Strawberry dio una revisión final, sin muchos miramientos le recolocó los pechos en el corsé para que asomasen más, si era posible, y le dio un golpe en la espalda para indicarle que se pusiese recta.

—Este hombre acaba de darme 100 guineas por ti, jovencita. Más te vale engatusarle, se comenta que está forrado.

Amber tragó saliva cuando la madamme la lanzó de un empujón dentro de la habitación donde de hallaba el Señor Steamholm. Se giró al verla y alabó lo hermosa que estaba. Luego le ofreció una copa de wiscky y comentó unas cuantas trivialidades mundanas sobre el calor, lo abarrotado de la ciudad, los problemas económicos de la misma y luego se quedó mirando a la joven con unos ojos fríos que la aterraron.

—Bueno, basta de estupideces. He pagado una buena suma por ti. Veamos si vales lo que me has costado.

Amber iba a abrir la boca para soltar algún ingenio de los que entrenaba con la señora Strawberry para romper el hielo y poder manejar la situación pero no era el caso. Antes de que ella pudiese exhalar el más nimio aliento el ansioso señor Steamholm le arrancó el corsé, la empujó con fuerza sobre la cama y se lanzó sobre ella como un águila sobre su presa.

El señor Steamholm era inusitadamente fuerte, le agarró las muñecas con una sola mano mientras con la otra le tapó la boca para que no pudiese chillar. El dolor que la muchacha sintió entre sus piernas no era nada comparable a lo que sus compañeras de encierro le habían contado que habían sentido en sus primeras veces. Aquello era lacerante, sentía como si le desgarrasen las entrañas por dentro. El dolor era tan intenso que sintió que iba a desmayarse. Antes de que eso ocurriese el señor Steamholm sonrió, sus ojos emitieron un destello rojizo y la muchacha oyó el sonido de un zoom, al fijarse, uno de los órganos oculares de su sádico amante se había salido de su órbita y parecía registrar el momento con una cámara interna. Luego se levantó y mostró una extraña protuberancia metálica y rodeada de cuchillas donde debería haber un pene humano. Soltando una risotada el señor Steamholm le dio la espalda a la joven dirigiéndose a la ventana y, antes de salir, giró su cabeza ciento ochenta grados, quedando esta situada en su espalda y mirando a la chica le dijo:

—Bienvenida a la revolución de las máquinas, estamos entre vosotros y todos vais a morir, niña.—dicho esto, se recolocó la cabeza en su sitio normal y huyó por la ventana.

Y así, Amber Smith, flotando en un mar de su propia sangre, consiguió su ansiada libertad y lo último que le pasó por la cabeza es que, a su manera, todos buscaban un futuro mejor.
FIN

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