El gato con esmoquin

Ahí estaba otra vez. Mirándome con esos enormes ojos azabache que parecían hacer una pregunta para la que no tenía respuesta.

El maldito gato con un esmoquin de pelo que me seguía a todas partes.

Intenté que se alejara así que le bufé yo primero. El gato se apartó, como siempre, muy molesto. Aún así no me dejó en paz, siempre me seguía a todas partes, incluso aunque le insultase o me molestase.

- ¡Vete!¡Déjame en paz! - le chillé desesperado. Me tenía harto.

Estaba siendo acosado por un felino desde hacía tres semanas y la cosa parecía no tener fin.

Al principio no le dí importancia, a fin de cuentas ¿quién iba a pensar que un gato podía acosar a un ser humano? pero la cosa fue a más. Todos los días, al salir de casa, ahí estaba él - no lo había comprobado pero siempre pensaba que era un macho -, mirándome desde el suelo. Luego me seguía durante dos manzanas hasta la boca del metro. Allí ya no entraba, y allí ya no entraba. Después de salir de trabajar, al volver a asomar por la boca del subterráneo otra vez me lo encontraba, a veces en el suelo y a veces tumbado sobre la parte recta de la barandilla al final de las escaleras y, de nuevo, me acompañaba a casa. Y al día siguiente vuelta a empezar.

Terminé por hartarme y desde hacía tres o cuatro días le bufaba o trataba de espantarlo de cualquier manera, al final se alejaba un poco con una mirada extraña y me seguía igualmente pero a una distancia prudencial.

Hoy, como siempre, hacía lo mismo. Me estaba empezando a cansar mucho, así que opté por enfadarme con él, empecé a tirarle piedras y palos que encontraba por el suelo, no se le tiraba a dar, sólo dejaba caer todo cerca para que se alejase. Finalmente, el gato pareció coger la "indirecta" y tras contemplarme un momento se dio la vuelta y se fue, con su elegancia tanto en el pelaje como en el andar.

Suspiré tranquilo y me dirigí al trabajo como siempre. Al volver, descubrí que no estaba allí esperándome como siempre y sonreí aliviado. Me dirigí a mi casa tranquilo, sin estar vigilado por esa odiosa mirada inquisitiva. Silbaba con alegría por lo bajo, aunque no recuerdo qué canción, y al llegar saqué la llave para abrir el portal como siempre.

- ¡Deme la cartera, amigo! - dijo una voz áspera a mi espalda.

Me giré asustado y vi a un hombre un tanto enclenque pero muy nervioso que portaba una navaja y que la sacudía en el aire con gesto amenazante.

- ¡La cartera! - apremió - ¡O te rajo, cabrón! - insistió dejando ver sus intenciones.

Me empezaron a temblar las manos. Traté de buscar la cartera y se me cayeron las llaves. De pronto, el tipo se puso nervioso y me clavó la navaja en el costado, sentí un calor punzante, un dolor tal que notaba palpitar el corazón en esa zona y al momento algo cálido que parecía querer salir. Me caí al suelo, el tipo hurgó en mi bolsillo consiguiendo lo que quería y salió corriendo.

Me quedé tirado en el empedrado que daba al portal, tapado por los arbustos que flanqueaban la entrada y solo. La herida me sangraba mucho y empecé a ver borroso. De entre las plantas del jardín surgió el gato con esmoquin. Me miró nuevamente, aunque ya no tenía la mirada interrogante. Se acercó a mi y esta vez fui yo el que le miré de forma inquisitiva. El gato me lamió la cara y se acurrucó junto a mí. Mi alma me abandonó lentamente mientras mi sangre manaba de la herida a la misma velocidad. 

Sólo recuerdo despertarme vestido con un pellejo con esmoquin y una idea en la cabeza: encontrar a alguien que pudiese explicarme por qué nadie había hecho nada por mi. Y desde ese día empecé a seguir a gente solitaria que iba y venía de trabajar. Un día y otro día...siempre esperando su respuesta con mis mejores galas gatunas.
FIN
Escrito para Inspiration Pic #10/14 de The Inspiration List.

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